Reinventarme entre amaneceres
Entre la tristeza que guardo y la esperanza que me invento.
Hay días que empiezo el café pensando que ya no tengo nada que demostrar.
Y otros, en los que me descubro intentando convencerme de que todo está bien, aunque no lo esté del todo.
Este año perdí mi trabajo. Así, sin más. Después de toda una vida dedicada a él, de horas que se confundían con días y de días que se hicieron años.
Dicen que hay que pasar el duelo cuando se pierde algo. Yo aún no lo he hecho.
No por negación.
Por falta de tiempo.
Mi madre estuvo en el hospital, a mí me operaron, me matriculé en un máster, y seguí con mis proyectos, porque cuando tienes una casa que sostener y una hija que te mira, no puedes permitirte derrumbarte.
Mi trabajo era como una pareja de muchos años: ya no había pasión, pero había costumbre. Y cuando se fue, me quedé con esa mezcla de alivio y vacío que dejan las rutinas que también te daban identidad.
Supongo que, a veces, me invento esperanza para no tirar la toalla.
Y está bien.
Porque entre la tristeza que guardo y la ilusión que me fabrico, hay un lugar donde me encuentro conmigo misma.
Ese lugar se llama Atardecer.
Escribo cuando todos duermen, la casa calla, cuando el silencio me abraza.
Pensé en llamarlo El bote de la tristeza, pero no sería justo: tengo una familia que me arropa, proyectos que me ilusionan y sueños que aún me esperan.
Quizá escribir sea mi forma de llorar sin lágrimas.
De reinventarme sin ruido.
De recordarme que, aunque todo cambie, sigo siendo yo.
Y así, entre duelos, másteres, proyectos y madrugadas… empieza Atardeceres.
Mi diario, mi cura, mi rincón.
🌙 Buenas noches.
☀️ Nos vemos en el próximo amanecer.
Reflexiones al Atardecer

